26.12.11
hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.
hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que esté ahí dentro.
hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
hacerme un lío?
¿es que quieres
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?
hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.
luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?
C. Bukowski
19.12.11
Habemus premio.
Como los que me conocen saben que soy bastante inútil agradeciendo, voy a limitarme a confesar cuánta admiración le profeso a cada uno de los docentes que, pudiendo no hacerlo, de igual manera están en cada proyecto que se gesta, en cada reforma, en cada seminario, en cada pasillo. Algunos de ellos, y solamente por citar algunos, son Isabel Vassallo, Elisa Salzmann, Leonardo Funes, Augusto Trombetta, tantos. Tantos y tan increíblemente eficaces. No solo a ellos sino también a los alumnos que conformaron el jurado este año, nuevamente gracias por leer -me/nos- y alentarnos a producir, a crear.
Muchas, muchísimas gracias.
27.10.11
Desmitificador.
"Bueno, a Sabato no lo hemos tomado nunca muy en serio. Y sorprende un poco que alguien se lo pueda tomar en serio. Es un señor que tiene aristas muy risibles: esa vanidad, el malditismo... Malditismo que no condice con su personalidad. Es un señor perfectamente racional que juega al maldito. Así, se ve obligado a escribir constantemente en sus textos la palabra angustia, la palabra dolor... y claro, eso no funciona."
Cesar Aira, la puta que te parió.
22.10.11
Alejandra.
Ustedes, uruguayos, españoles, si alguna vez caminaron Buenos Aires, sintieron que las calles desiertas un domingo traían esa voz callada hace tiempo, porque el tango no puede hacerse en comunidades enormes que componen ciudades, es más bien un rito solitario, único de quien lo busca.
Sabato y Anibal Troilo supieron juntarse para fusionar las letras y la música, territorios tan unívocamente juntos; Ernesto pintó a Alejandra, de quien estoy perdidamente enamorada hace años. Sé que existe en algún caserón de Barracas, sé que duerme pacífica en un mirador, que respira lento y pausado, pero la acometen pensamientos salvajes: 'Como un bote a la deriva en un gran lago aparentemente tranquilo pero agitado por corrientes profundas'.
—Si con usted, Sabato, no escribo el mejor tango de mi vida, le juro que me pego un tiro en las pelotas.
"Alejandra" (1966)
He vuelto a aquel banco del Parque Lezama.
Lo mismo que entonces se oye en la noche
la sorda sirena de un barco lejano.
Mis ojos nublados te buscan en vano.
Después de diez años, he vuelto a tí solo,
soñando aquel tiempo, oyendo aquel barco,
el tiempo y la lluvia, el viento y la muerte:
ya todos llevaron, ya nada dejaron ...
Entre soledades y hondos dolores
en vagas regiones de negros malvones
estás, Alejandra, por cuáles caminos,
con grave tristeza, oh muerta princesa!
He vuelto a aquel banco del Parque Lezama.
Lo mismo que entonces se oye en la noche
la sorda sirena de un barco lejano.
Mis ojos nublados te buscan en vano.
Ahora tan solo la bruma de otoño.
Un viejo que duerme... las hojas caídas...
El tiempo y la lluvia, el viento y la muerte:
Ya todos llevaron, ya nada dejaron.
Letra: Ernesto Sabato
Música: Aníbal Troilo
22.9.11
Entonces sentía nauseas y unas ganas de irme que no caben en esta hoja estúpida que te mando y que vaya a saber cuándo leerás, y vaya a saber quién seré yo cuando vos leas esto y sientas el horror que me oprime la garganta y me obliga a temblar acompasadamente, quién te dice que ya cambié y que estoy en El Molino viendo Otros Asuntos, quizás contándote que me acordé de una estación de trenes acá en Buenos Aires, y que tenía un nombre bastante extranjero como Melville y al que la gente sacaba toda poesía pronunciándolo mal.
6.9.11
qué hacer, pequeñísima urdiembre
infinitesimal tejido
si un amanecer te trae a los dolores,
a tus mil rostros de este día
y descubres (¡espanto!) no eres
lago, ni espejo,
sólo música de miedo y rechinar de goznes
y, por qué no, trapecista
que arrastra consigo una ausencia verdosa
y se mueve, muta, muerde, muere.
23.8.11
En los diarios no se escriben los suicidios
Como si la omisión lograse evitar,
Vaya a saber,
Decenas, millones de muertos.
Amigos, hermanos, padres suicidados,
En todos un lazo violeta atado a la frente sudorosa.
En sus caras recelosas de misterio todas las sombras de la noche,
Todos los nombres de los santos.
Hermosos suicidios.
Prolijo monton de nadas esparcidas,
confirmando nada.
Allí la noche punzante
Aquí la luz y el niño que llora de
Sueño y frío, y la
Nada
Acumulándose.
Ella se miró a los ojos,
Se mordió los labios.
Ahogó un grito.
5.8.11
Una carta.
Atardecía al llegar a Fontenoy Street. No puedo nombrar esa belleza. No puedo nominalizarla, Nora, ¿cómo reducir el tono rosáceo del cielo de Dublín a un sustantivo? Quizás tú sepas ayudarme, quizás el hombre fucsia que surca mis visiones pueda ayudarme.
Mi amor es una cosa sucia, Nora.
Mañana la buscaré en las librerías del centro, sé que trabaja en alguna de ellas. Por ahora la llenaré de cartas, que es como llenarse de fantasmas; charlar con su ausencia y recordarla y multiplicarla y contarle que he inventado un poema, un fantasma, un ferrocarril, un aeroplano, el perfil de su rostro que yace aquí y me observa.
2.6.11
-No.
-Mire usted, hubiese jurado que bebía.
-¿Por?
-Por los ojos.
-¿Se ha de beber por los ojos? Infame.
-Por la expresión de sus ojos. No lo ha notado porque prefirió adoptar la conveniente postura de no mirarse de afuera para adentro. Pero yo, que sí puedo hacer eso, le digo lo que veo. No se ofenda.
En Pacífico las cosas ya no ocurren en patios con macetas ni música de radio. Un almacenero cierra el boliche, baja la persiana, a lo lejos los bocinazos de la avenida, forma tan solapada de la soledad.
-Mentiras. Hernández, antes del retiro involuntario, contaba que cuando miraba a los ojos a los reos sentenciados, se le erizaba la piel y sentía un frío en la nuca imposible de sostener. Como si fueran navajas, como si lo atravesaran, decía. Pero estaba loco de soledad, ese sí tenía razones para aniquilarse, y lo bien que hizo.
-Usted también las tiene. Déjese abstraer. Olvídese. Este pueblo está lleno de locos. Beba conmigo.
-No bebo.
-Bueno, desde ahora sí.
28.5.11
la lengua es forma, y no sustancia.
pero yo hablo de la coyuntura que existe entre ellos, del roce imperceptible donde el viento o el suspiro forman nubarrones y huracanes. en esa mediación, en ese punto luminoso en la nada nocturna planeo presenciar el devenir de las cosas.
no ya en un lado o en otro.
Así también la lingüística; quizás me entregue un poco a ella porque comparte este gusto por las tibiezas bien entendidas y las articulaciones: ella incursiona en cómo tus ideas y tus palabras se tocan obscenamente. Ella explica porqué vos, en este momento, te detuviste en el adverbio 'obscenamente'; tus articulaciones producen formas, no sustancias. todo análisis ulterior al pensamiento es digno de ambigüedad.
'tal vez sea eso un árbol
o tal vez el amor.'
24.3.11
Negación del olvido.
"Pienso que todos los aquí reunidos coincidirán conmigo en que cada vez que a través de testimonios personales o de documentos tomamos contacto con la cuestión de los desaparecidos en la Argentina o en otros países sudamericanos, el sentimiento que se manifiesta casi de inmediato es el de lo diabólico. Desde luego, vivimos en una época en la que referirse al diablo parece cada vez más ingenuo o más tonto; y sin embargo es imposible enfrentar el hecho de las desapariciones sin que algo en nosotros sienta la presencia de una fuerza que parece venir de las profundidades, de esos abismos donde inevitablemente la imaginación termina por situar a todos aquellos que han desaparecido. Si las cosas parecen relativamente explicables en la superficie - los propósitos, los métodos y las consecuencias de las desapariciones -, queda, sin embargo, un trasfondo irreducible a toda razón a toda justificación humana; y es entonces que el sentimiento de lo diabólico se abre paso como si por un momento hubiéramos vuelto a las vivencias medievales del bien y del mal, como si a pesar de todas nuestras defensas intelectuales lo demoníaco estuviera una vez más ahí diciéndonos:
“¿Ves? Existo: Ahí tienes la prueba”.
Pero lo diabólico, por desgracia, es en este caso humano, demasiado humano; quienes han orquestado una técnica para aplicarla mucho más allá de casos aislados y convertirla en una práctica de cuya multiplicación sistemática han dado idea las cifras publicadas a raíz de la reciente encuesta de la OEA, saben perfectamente que ese procedimiento tiene para ellos una doble ventaja: la de eliminar a un adversario real o potencial sin hablar de los que no lo son pero que caen en la trampa por juegos del azar, de la brutalidad o del sadismo y a la vez injertar, mediante la más monstruosa de las cirugías, la doble presencia del miedo y de la esperanza en aquellos a quienes les toca vivir la desaparición de seres queridos. Por un lado se suprime a un antagonista virtual o real; por el otro, se crean las condiciones para que los parientes o amigos de las víctimas se vean obligados en muchos casos a guardar silencio como única posibilidad de salvaguardar la vida de aquellos que su corazón se niega a admitir como muertos. Si basándose en una estimación que parece estar muy por debajo de la realidad, se habla de ocho o diez mil desaparecidos en la Argentina, es fácil imaginar el número de quienes conservan todavía la esperanza de volver a verlos con vida. La extorsión moral que ello significa para estos últimos, extorsión muchas veces acompañada de la estafa lisa y llana que consiste en prometer averiguaciones a cambio de dinero es la prolongación abominable de ese estado de cosas donde nada tiene definición, donde promesas y medias palabras multiplican al infinito un panorama cotidiano lleno de siluetas crepusculares que nadie tiene la fuerza de sepultar definitivamente. Muchos de nosotros poseemos testimonios insoportables de este estado de cosas, que puede llegar incluso al nivel de los mensajes indirectos, de las llamadas tele fónicas en las que se cree reconocer una voz querida que sólo pronuncia unas pocas frases para asegurar que todavía está de este lado, mientras quienes escuchan tienen que callar las preguntas más elementales por temor de que se vuelvan inmediatamente en contra del supuesto prisionero. Un diálogo real o fraguado entre el infierno y la tierra es el único alimento de esa esperanza que no quiere admitir lo que tantas evidencias negativas le están dando desde hace meses, desde hace años. Y si toda muerte humana entraña una ausencia irrevocable, ¿qué decir de esta ausencia que se sigue dando como presencia abstracta, como la obstinada negación de la ausencia final? Ese círculo faltaba en el infierno dantesco y los supuestos gobernantes de mi país, entre otros, se han encargado de la siniestra tarea de crearlo y de poblarlo.
De esa población fantasmal, a la vez tan próxima y tan lejana, se trata en esta reunión. Por encima y por debajo de las consideraciones jurídicas, los análisis y as búsquedas normativas en el terreno del derecho interno e internacional es de ese pueblo de las sombras que estamos hablando. En esta hora de estudio y de reflexión, destinada a crear instrumentos más eficaces en defensa de las libertades y los derechos pisoteados por las dictaduras, la presencia invisible de miles y miles de desaparecidos antecede y rebasa y continúa todo el trabajo intelectual que podamos cumplir en estas jornadas. Aquí, en esta sala donde ellos no están, donde se los evoca como una razón de trabajo, aquí hay que sentirlos presentes y próximos, sentados entre nosotros, mirándonos, hablándonos.
El hecho mismo de que entre los participantes y el público haya tantos parientes y amigos de desaparecidos vuelve todavía más perceptible esa innumerable muchedumbre congregada en un silencioso testimonio, en una implacable acusación. Pero también están las voces vivas de los sobrevivientes y de los testigos, y todos los que hayan leído informes como el de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA guardan en su memoria impresos con letras de fuego, los casos presentados como típicos, las muestras aisladas de un exterminio que ni siquiera se atreve a decir su nombre y que abarca miles y miles de casos no tan bien documentados pero igualmente monstruosos. Así, mirando tan sólo hechos aislados, ¿quién podría olvidar la desaparición de la pequeña Clara Anahí Mariani, entre la de tantos otros niños y adolescentes que vivían fuera de la historia y de la política, sin la menor responsabilidad frente a los que ahora pretenden razones de orden-y de soberanía nacional para justificar sus crímenes? ¿Quién olvida el destino de Silvia Corazza de Sánchez, la joven obrera cuya niña nació en la cárcel, y a la que llevaron meses después para que entregara la criatura a su abuela antes de hacerla desaparecer definitivamente? ¿Quién olvida el alucinante testimonio sobre el campo militar “La Perla” escrito por una sobreviviente, Graciela Susana Geuna, y publicado por la Comisión Argentina de Derechos Humanos? Cito nombres al azar del recuerdo, imágenes asiladas de unas pocas lápidas en un interminable cementerio de sepultados en vida. Pero cada nombre vale por cien, por mil casos parecidos, que sólo se diferencian por los grados de la crueldad, del sadismo, de esa monstruosa voluntad de exterminación que ya nada tiene que ver con la lucha abierta y así en cambio con el aprovechamiento de la fuerza bruta, del anonimato y de las peores tendencias humanas convertidas en el placer de la tortura y de la vejación a seres indefensos. Si de algo siento vergüenza frente a este fratricidio que se cumple en el más profundo secreto para poder negarlo después cínicamente, es que sus responsables y ejecutores son argentinos o uruguayos o chilenos, son los mismos que antes y después de cumplir su sucio trabajo salen a la superficie y se sientan en los mismos cafés, en los mismos cines donde se reúnen aquellos que hoy o mañana pueden ser sus víctimas. Lo digo sin ánimo de paradoja: Más felices son aquellos pueblos que pudieron o pueden luchar contra el terror de una ocupación extranjera. Más felices, sí, porque al menos sus verdugos vienen de otro lado, hablan otro idioma, responden a otras maneras de ser. Cuando la desaparición y la tortura son manipuladas por quienes hablan como nosotros, tienen nuestros mismos nombres y nuestras mismas escuelas, comparten costumbres y gestos, provienen del mismo suelo y de la misma historia, el abismo que se abre en nuestra conciencia y en nuestro corazón es infinitamente, más hondo que cualquier palabra que pretendiera describirlo.
Pero precisamente por eso, porque en este momento tocamos fondo como jamás lo tocó nuestra historia, llena sin embargo de etapas sombrías, precisamente por eso hay que asumir de frente y sin tapujos esa realidad que muchos pretenden dar ya por terminada. Hay que mantener en un obstinado presente, con toda su sangre y su ignominia, algo que ya se está queriendo hacer entrar en el cómodo país del olvido; hay que seguir considerando como vivos a los que acaso ya no lo están pero que tenemos la obligación de reclamar, uno por uno, hasta que la respuesta muestre finalmente la verdad que hoy se pretende escamotear. Por eso este coloquio, y todo lo que podamos hacer en el plano nacional e internacional, tiene un sentido que va mucho más allá de su finalidad inmediata; el ejemplo admirable de las Madres de la Plaza de Mayo está ahí como algo que se llama dignidad, se llama libertad, y sobre todo se llama futuro.
veinticuatro de marzo
aquí lloramos todos, gritamos, berreamos,
moqueamos, chillamos, maldecimos,
porque es mejor llorar que traicionar
porque es mejor llorar que traicionarse
llorá, pero no olvides.
es quizás un refugio cálido saber que una generación fue asesinada (y no sólo la carne, se atentó
contra el cimiento del hombre: su pensamiento, su derecho intrínseco de ser) pero
que otra resurge en su lugar, generación siempre inquieta en el devenir circular
del tiempo, tan plagado de hombres necios.
23.3.11
político
No demasiadas resacas
No demasiadas peleas con mujeres
No demasiados neumáticos desinflados
Nunca pensó en el suicidio
No más de tres dolores de muelas
Nunca se saltó una comida
Nunca estuvo encarcelado
Nunca estuvo enamorado
7 pares de zapatos
un hijo en la universidad
un coche que no tiene más que un año
pólizas de seguros
un césped muy verde
cubos de basura con tapa hermética.
seguro que lo eligen.'
C.Bukowski.
2.3.11
originalmente lo dijo tu vieja, yo sólo tomé nota
la materia.'
1.2.11
aleja
el dibujo del tiempo que ahora
es el perfil / traición de un cuervo, ¡oh!
picuda dubitación terrupta.
quizás tres dedos de una ninfa que bordean
la espalda, el piano y un reflejo,
la tarde, una calle de San Telmo
abstraidos, ajenos y soñando.
(tristísima ninfa en Buenos Aires
pasaje furtivo nos aleja
del prístino río en primavera)
7.1.11
No siento calor pero gotas gruesas de sudor me corroen la frente, se inmiscuyen en el camino de mi espalda, bordean la cintura y se esfuman.
Está mal, no debiera soñar esto.
En el sueño no me cuestiono, es simplemente una realidad concreta y tangible, no hay otra aseveración posible que la expresión de lo soñado. Me dejo llevar, me conviene. Sé que entrar en la casa-que-no-es-la-misma me supondrá, al menos, alguna pérdida: quizás la pequeña ventana del cuarto superior ya no existe, quizás en su lugar haya una copia chiquita de un Van Gogh, un disco de Bach, un corpiño.
Ya dentro, claro, la casa no es como la recordaba. Mi mente pugna por modificar todos los detalles posibles que denoten un choque entre los años pasados y estos. Algo me prepara para su aparición, para que ella intervenga; el autoconvencimiento de lo nocivo me lleva a modificar los escenarios, no quiero que aparezcas como sé que aparecerás, sobre todo por el pobre imbécil que ahora duerme ahí, a pasos tuyos. Él no sabe. No siento las gotas pero ahora sí siento calor y me sofoca. Estoy subiendo tus escaleras. Estoy viendo la puerta de metal, parece derretirse pero sé que estás del otro lado, sé que estás pero, ¡Dios! ojalá no me despierte, ojalá no me despierte y la conscienc...
Algo me arrastra del pelo aunque intente quedarme.