27.10.11

Desmitificador.

El mejor Cortázar es un mal Borges.
"Bueno, a Sabato no lo hemos tomado nunca muy en serio. Y sorprende un poco que alguien se lo pueda tomar en serio. Es un señor que tiene aristas muy risibles: esa vanidad, el malditismo... Malditismo que no condice con su personalidad. Es un señor perfectamente racional que juega al maldito. Así, se ve obligado a escribir constantemente en sus textos la palabra angustia, la palabra dolor... y claro, eso no funciona."


Cesar Aira, la puta que te parió.

22.10.11

Alejandra.

Se entiende que los escritores cargan con un par de obsesiones, tal vez dos o tres, y con ellas procrean un sinfín de combinaciones atroces. La pertenencia es una de ellas. El poeta inquiere sobre la razón de su pertenencia -o no- a un tiempo, un espacio, un lenguaje, sobre todo un lenguaje; y si hablamos de pertenencia, y de lenguaje, y también hablamos de argentinos, mencionamos el tango. El tango, la tristeza que se baila. Voz de las tierras distantes y siempre mejores que el indio, el porteño, el exiliado, se apropiaron como suya.
Ustedes, uruguayos, españoles, si alguna vez caminaron Buenos Aires, sintieron que las calles desiertas un domingo traían esa voz callada hace tiempo, porque el tango no puede hacerse en comunidades enormes que componen ciudades, es más bien un rito solitario, único de quien lo busca.
Sabato y Anibal Troilo supieron juntarse para fusionar las letras y la música, territorios tan unívocamente juntos; Ernesto pintó a Alejandra, de quien estoy perdidamente enamorada hace años. Sé que existe en algún caserón de Barracas, sé que duerme pacífica en un mirador, que respira lento y pausado, pero la acometen pensamientos salvajes: 'Como un bote a la deriva en un gran lago aparentemente tranquilo pero agitado por corrientes profundas'.

—Si con usted, Sabato, no escribo el mejor tango de mi vida, le juro que me pego un tiro en las pelotas.

"Alejandra" (1966)

He vuelto a aquel banco del Parque Lezama.
Lo mismo que entonces se oye en la noche
la sorda sirena de un barco lejano.
Mis ojos nublados te buscan en vano.

Después de diez años, he vuelto a tí solo,
soñando aquel tiempo, oyendo aquel barco,
el tiempo y la lluvia, el viento y la muerte:
ya todos llevaron, ya nada dejaron ...

Entre soledades y hondos dolores
en vagas regiones de negros malvones
estás, Alejandra, por cuáles caminos,
con grave tristeza, oh muerta princesa!

He vuelto a aquel banco del Parque Lezama.
Lo mismo que entonces se oye en la noche
la sorda sirena de un barco lejano.
Mis ojos nublados te buscan en vano.

Ahora tan solo la bruma de otoño.
Un viejo que duerme... las hojas caídas...
El tiempo y la lluvia, el viento y la muerte:
Ya todos llevaron, ya nada dejaron.

Letra: Ernesto Sabato
Música: Aníbal Troilo