9.5.09

El acomodador de prismas fue ciertamente lo que hoy convendríamos en llamar patriota.
De manera adventicia vislumbrado por el ejército terrestre de Elópodos -división primaria de la guardia Pangea, 400 a.C, liderada por el hacedor e inventor indiscutido de todas las panaceas existentes en ese agujero lumínico llamado Tierra, el amo Luxus, muerto de paludismo en 103 a.C-, en un momento crucial de la historia, en el cual las fuerzas se unían y contrariaban casi instintivamente. Cansado del espectáculo que brindaban los cohetes y el tintinear casi festivo de los fuegos, el acomodador de prismas ejercía la labor paciente, casi poética. Estos prismas no se acomodarán solos, murmuraba, y llevaba a cabo la tarea de alimentar los engranajes de la Gran Caja.
Una oropéndola aturdida y a medio morir (otra más, pensó, y maldijo) había caído en la maquinaria. Al tiempo que una horda de bombas de luz moría, paulatina, en el Cerro de los Abismos, el acomodador de prismas se lamentaba; hacer a un lado el procedimiento y alterar el complejo mecanismo de los prismas gravitantes, detener el tiempo, el curso naturalmente artificioso de las cosas, de los fuegos, colocar el pie en el pedal, casi automáticamente secar el sudor de su dermis azul (ahora casi verde por el esfuerzo y el agotamiento). A lo lejos una Fex-45 se hundía para siempre en el cráter de la antigua ciudad de Berlín. Nadie parecía verlo; nadie, aunque tamaña tarea cumplía el acomodador de prismas con lealtad. Se recordaba esto a diario, mientras observaba el rojo incandescente y devorador de la pirotecnia, levemente tranquilizado por el azul de los cristales, ahora inactivos.
Silencio, quietud.
Un temblor inesperado e inexplicable mientras el acomodador de prismas apenas vislumbraba de cerca las alas negras del animal inerte. Los engranajes incluyen en su ronda infinita al cuerpo inútil y sublevado, majestuosa y alegremente se organizan y mastican la ofrenda, realizan su labor con inusual precisión y rapidez, vuelto el mecanismo a la normalidad, vueltos los destellos en las ciudades desperdigadas de escombros.

Una lluvia lóbrega y ligera envuelve ya a los prismas que danzan al son de un rumor distante, los gruñidos opacos de las naves que quitan de la maquinaria sublime los restos del sórdido error humano.

1 comentario:

King Solomon dijo...

LA PUTA QUE TE PARIO, SILVINA, HAY PALABRAS QUE NO CONOZCOOOO... xD

Y te cabe explicarme cuando nos encontremos x msn, oh sí. =D

Besi ^^