era de día aún cuando irrumpió en la casa. resulta conveniente precisar: casi anochecía. y cuando digo irrumpió no hablo de ninguna violencia, de ningún atraco. se abrió paso entre la maleza, destrabó la cerradura oxidada y casi ni retrocedió al distinguir cierto bicho que le salió al encuentro. entró y lo inmaculó todo, incluso los espejos -y sobre todo los espejos-, quitó las hiedras muertas, puso cauteloso orden, un poco librado al azar aunque no tanto. le hice notar lo cálido de mi bienvenida, una copa que esperó sus manos más rato del debido, una insistente complicidad que en el fondo supe equívoca, lejana.
/supe/
tomé mi tiempo -nuevamente- de añejar los espejos oxidados, y las puertas y los bichos, los cielos y las manos. por si en otra vuelta de tuerca se le ocurre posar sus ojos de paseanteen mi casa
vacía
foto: 'The New Amazons I', Vladimir Borowicz.
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