ni siquiera sé si la tierra existe. ¿y tú?
Yo sí. Soñé con ella esta mañana.
No hay mañanas en el espacio.
Esta noche entonces
Siempre es de noche –dijo Hitchcock suavemente- ¿de qué noche hablas?
Cállate –dijo Clemens irritado-. Déjame en paz.
Hitchcock encendió otro cigarrillo. No le temblaban las manos, pero parecía como si se estremeciese bajo la piel tostada por el sol. Un leve estremecimiento en las manos, y un invisible estremecimiento a lo largo del cuerpo. Los dos hombres, sentados en el piso de la galería de observación, contemplaban las estrellas. Los ojos de Clemens brillaban intensamente, pero los ojos de Hitchcock, ausentes y apagados, no se fijaban en nada.
me desperté a las 5 am –dijo Hitchcock- y me oí gritar: “¿dónde estoy?” y la respuesta fue: “en ninguna parte”. Y dije entonces: “¿dónde he estado?” y respondí “en la Tierra”. “¿qué es la tierra?” me pregunté. “es el lugar donde nací”, me dije. Pero las palabras no tenían sentido, y peor aún. No creo en nada que no pueda ver o tocar. No puedo ver la Tierra, ¿por qué voy a creer que existe? Es mejor así, es mejor no creer.
Allá está la Tierra- apuntó Clemens- Aquel punto luminoso.
Eso no es la Tierra, es el Sol. Desde aquí no se ve la Tierra.
Yo puedo verla, tengo buena memoria.
¡No seas tonto! No es lo mismo –dijo Hitchcock bruscamente, algo enojado-. Quiero decir verla de veras. Siempre ha sido igual. Cuando estoy en Boston, no existe Nueva York. Cuando estoy en Nueva York, no existe Boston. Cuando no veo a alguien durante todo un día, ese hombre no existe. Cuando lo encuentro en la calle, dios mío, es como una resurrección. Casi me pongo a bailar. Me alegra tanto verlo… me acostumbro, sin embargo. Dejo de bailar. Miro solamente. Y cuando el hombre se va, deja de existir, otra vez.
Clemens se rió.
porque tu mente es demasiado primitiva. No puedes asir las cosas. No tienes imaginación, mi viejo Hitchcock. Tienes que aprender a recordar.
¿para qué recordar lo que no me sirve? –dijo Hitchcock, con los ojos muy abiertos, perdido en el espacio-. Soy un hombre práctico. Si la Tierra no está ahí, para que yo pueda pasearme, ¿quieres que me pasee por un recuerdo? Hace daño. Los recuerdos, como decía mi padre, son como puerco espines. Al diablo con ellos. No te acerques. Te lastiman, te arruinan el trabajo. Te hacen llorar.
Ahora mismo me estoy paseando por la Tierra –dijo Clemens, con los ojos cerrados-. ¿qué clase de infancia tuviste, Hitchcock?
Nunca fui joven. Lo que fui o pude ser, está muerto. Volvemos a tus puerco espines, Clemens. Gracias, no quiero que me atraviesen de parte a parte. Siempre pensé que uno muere todos los días, y que los días son como cajones, ¿comprendes?, con su marbete y todo. Y no hay que volver atrás, ni levantar la tapa, pues uno muere un par de miles de veces, y deja un montón de cadáveres, todos con una muerte distinta, y con una expresión cada vez peor. En cada uno de esos días hay un yo diferente, alguien a quien no conoces, o no comprendes, o no quieres comprender.
(…) doce horas más tarde se oyó otra campana de alarma. Cuando los hombres dejaron de correr, el capitán explicó:
Hitchcock se quedó solo unos minutos. Se metió en una escafandra. Abrió una compuerta y se lanzó al espacio…solo.
Clemens echó una mirada a través de los vidrios. Vio una mancha de estrellas y una distante oscuridad
¿está afuera ahora?
Sí, detrás de nosotros. A un millón de kilómetros. Jamás lo encontraremos. Supe que estaba afuera cuando oí su radio en nuestro cuarto de control. Se hablaba a sí mismo.
¿qué decía?
Algo así como: “ya no existe el cohete. Nunca existió. Ni la gente. No hay nadie en todo el universo. Nunca hubo nadie. Ni planetas. Ni estrellas.” Eso decía. Y luego algo acerca de sus pies y de sus piernas y sus manos: “no más manos”, decía. “ya no tengo manos. Nunca las tuve. Ni cuerpo. Nunca lo tuve. Ni boca. Ni cara. Ni cabeza. Nada. Solamente espacio. Solamente abismo.”
Los hombres se volvieron en silencio y observaron las remotas y frías estrellas.
Espacio, pensó Clemens. El espacio que tanto le gustaba a Hitchcock. Espacio, con nada arriba, nada abajo, mucha nada en el centro, y Hitchcock que cae en medio de esa nada, hacia una noche cualquiera, hacia una mañana cualquiera.
(foto: lejos)
17.7.09
Una noche o una mañana cualquiera
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3 comentarios:
es esto de "El hombre ilustrado"?
no lo he leido pero lo busqué...me gustó lo que escogiste.
yo sólo he leido dos cuentos de Bradbury (si es que el es el autor de esto):
El rUiDO dEl TruEno, y, La SirEnA.
shao
Hey...Siempre supongo que alguien me lee. Escribir es algo con lo que moriré,dejar de hacerlo nunca ha sido una opción para mí, y ciertamente es un dilema hacer público todo esto o no...En fin...
Ese fragmento me recuerda a algo de Quiroga, el Crimen del Otro...Nada tan fascinante como esas historias de suicidas medio esquizofrénicos ^^...
En lo personal, mi favorito es La Pradera...
Gracias por comentar...
Saludos.
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