28.8.12

No posteo porque me olvido el nombre del blog.


la diatriba de la costumbre
una cuchara, una taza y un cuchillo
acorde obediente que anuncia
el vacío momentáneo que precede a la mañana

soy en la noche
en el proyecto del Tiempo
un pequeño horizonte escamoteado
distinto en sí mismo a cualquier otro

(el viento en Siberia, la lumbre en la ventana, la tumba del poeta)



entretanto la rutina.

solapada forma de la muerte.

8.4.12

la razón en la noche de ignorancia.

En un libro de texto para la escuela secundaria vi "Las Estatuas" de Imbert; muy borrosamente, quizás a causa del cansancio y el esfuerzo, noté lo siguiente: [...]
Recuerdo de manera fugaz la llamativa brevedad de aquel texto de Imbert.
Vuelvo a mirar la hoja, y [...].
No se me ocurre en ningún momento leer el innecesario fragmento, estoy estancada descifrando por qué razón en un cuento tan corto los genios atómicos del manual decidieron colocar un [...].
Empiezo a enojarme.
Intento disuadirme, quizás algunas palabras de más que no venían a tema y las sacaron, no sé, cosas de las editoriales. Sigue sin sonar coherente. Leo las últimas palabras antes del, ya casi, vomitivo signo: "entre ambos pedestales, huellas de pasos".
A esta altura estoy enfurecida.
Necesito una explicación que justifique sacar pocas palabras de un -lo recuerdo así- hermoso relato. Antes de caer en el desquicio irremediable decido buscar el cuento 'completo'. El fragmento editado en el manual aparece aquí en negrita.

Las estatuas:

En el jardín de Brighton, colegio de señoritas, hay dos estatuas: la de la fundadora y la del profesor más famoso. Cierta noche -todo el colegio, dormido- una estudiante traviesa salió a escondidas de su dormitorio y pintó sobre el suelo, entre ambos pedestales, huellas de pasos: leves pasos de mujer, decididos pasos de hombre que se encuentran en la glorieta y se hacen el amor a la hora de los fantasmas. Después se retiró con el mismo sigilo, regodeándose por adelantado. A esperar que el jardín se llene de gente. ¡Las caras que pondrán! Cuando al día siguiente fue a gozar la broma vio que las huellas habían sido lavadas y restregadas: algo sucias de pintura le quedaron las manos a la estatua de la señorita fundadora.

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Quizás la escuela, emancipadora y ferozmente igualitaria, tenga en realidad el más pleno derecho de recortar palabras.

En definitiva, qué importancia tiene la historia de la literatura que nos enseña (ella sí) que en una oración puede estar resumida el alma de un personaje, de un espacio, de un mundo, del arte.

22.1.12

“Quien quiere ver solo lo que puede entender,
no tendría que ir al teatro, tendría que ir al baño”

Bertolt Brecht